Travesía por los Himalayas


Desde las Annapurnas, Diosas de las Cosechas, hasta Sagarmatha, la Frente del Cielo.-

domingo, 28 de abril de 2013

Kathmandu-Pashupatinah-Boudhanat-Jardin de los sueños


































Nos fuimos caminando por el mundanal ruido, por la Avenida Naxal, llena de autos y motos, y gente que cruza las bocacalles por donde puede y como puede mientras policías en esquinas, metidos en un pequeño kiosko, tratan, sin silbato, de dirigir el tránsito con los brazos, entre los bocinazos y el quilombo. No hay semáforos en Kathmandu, y de nada servirían, en ningún lugar de Nepal, puesto que la mayor parte del tiempo tampoco hay electricidad. La electricidad está restringida en todo el país porque no alcanza, así que en todas las ciudades de Nepal adonde llegaría la luz, llega con cuentagotas. Más o menos la van cortando en periodos de cada ocho horas, a veces de a cuatro. Ahora, en este momento, por ejemplo, no hay luz, pero algunas cosas siguen funcionando con grupos electrógenos. Todos o casi todos, muchos, tienen generadores, ruidosos también, tiran de la piola, empieza a girar la correa y se prenden los motores. Percusionan con los bocinazos, y algún reggae que suaviza la cosa y viene de algún local de los alrededores.
Llegando a Pashupatinah se empieza a sentir una mezcla de olores que se infiltra en el polvo, y, y con el polvo, y el humo, se nos infiltra en la piel, en la ropa, y nos queda pegado a la nariz. Me dio un poco de náuseas, y me impresionó. Hay muchas hogueras. Parecen divididas para ricos y pobres. Entramos por el lado de los pobres, los de abajo, porque nos colamos. La entrada costaba 1000 rupias, lo que nos pareció excesivo para tal morboso espectáculo, así que nos metimos por otro camino, cruzamos en una parte el río, y pasamos por en medio de las chabolas de la gente más pobre, “los intocables” que nos miraban extrañados de que anduviéramos por ahí. Así llegamos a la parte donde están los templos, y donde por muchos años, hasta 2001, los intocables no tenían permitido el acceso. Hay muchos sadhus, santones, esos que andan con las barbas largas, algunos semidesnudos o con túnicas amarillas y naranjas, y un callado para caminar. Hay muchas piras, y algún cadáver esperando con algún doliente al lado, el turno de su hoguera. Luego, los palos de las piras que no se alcanzan a quemar, y la mugre, flota en el río sagrado Bargmati, donde al mismo tiempo las mujeres lavan la ropa, y más de uno se mete a remojarse las patas.
Salimos de Pashupatinah y como era temprano nos fuimos a Boudhinath. La mayor estupa de Asia. Un lugar contrastante con el anterior por su inmaculada blancura, por el olor a inciensos, y por los coloridos monasterios de los alrededores. Boudhinath queda a 1 km y medio de Pashupatinah que a su vez queda a poco más de 2 km de Thamel, el barrio concurrido y turístico de Kathmandu donde nos alojamos en el hotel Potala.
El hotel Potala cuesta 18 dólares con internet, baño, desayuno, para dos personas. Para tres cuesta 25. Martín se come un pollo Sizzler, completito y con rico aroma que cuesta 295 rupias, y yo me pedí un budín de arroz que cuesta 125 rupias.
Un taxi desde Pashupatinah a Boudhinath -se puede caminar- cuesta 200 rupias, y de regreso a Thamel, desde Boudhinat, cuesta 300 rupias.
Para alejarnos del mundanal ruido y recuperarnos de los contrastes de este día, nos refugiamos en el jardín de los sueños. Un rincón, que a pesar de estar en plena ciudad y a pasitos de este Thamel, es un reducto de paz. Árboles, magnolias, flores, orquídeas, lirios, gardenias, lotos, estanques y fuentes, helechos. Y los ALISUS! Ahí nos tiramos en el pasto y nos relajamos un buen rato bajo la mansedumbre de un cielo húmedo y gris que no quiso llover.

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