Travesía por los Himalayas


Desde las Annapurnas, Diosas de las Cosechas, hasta Sagarmatha, la Frente del Cielo.-

sábado, 18 de mayo de 2013

De Pangboche a Namche Bazaar
















De regreso en Namche Bazaar. Aquí repetimos una parte del camino. Se termina el circuito. Llegamos a Namche inmersos en una nube infinita. Perdidos en la niebla. El sendero se evidenciaba recién  al cabo de dar cada paso. Parecía imposible, pero a cada centímetro de camino, lográbamos adivinar el centímetro siguiente. Poco a poco, paso a paso, centímetro a centímetro de sendero que faldea la montaña, llegamos a Namche Bazaar. Desde Pangboche tardamos 6 horas. Paramos a comer unos momos en Phungi Thenga donde finaliza un largo descenso y donde nos encontramos con puente colgante encorvado que parecía cargar un peso invisible. O quizás sediento de las aguas del Imja Kholi que corren intrépidas debajo de él. Luego del descenso sobreviene el ascenso pronunciado. Subir y subir hasta Kyanjuma. El camino entre Pangboche y Namche Bazaar, a pesar de significar para nosotros el regreso o bajada de las cumbres, no cede en desniveles. La idea de bajar, es solamente una idea, un aliciente para algunos, una mirada a grandes rasgos sobre los números que señalan las alturas en el mapa. Este camino, de manera objetiva, es bajar y subir, bajar y subir, y bajar. Todo el tiempo se pierde pero también se gana desnivel, y se vuelve a perder, aunque cuesta ganarlo a esta altura de la travesía; más por el cansancio acumulado y el ansia de llegar, menos porque uno ha ganado a estado y las `piernas, el corazón, y los pulmones, ya están acostumbrados al esfuerzo y ni se mosquean.  Así es que en Phungi Thenga bajamos a cruzar el río y estamos a 3200 metros, pero subimos a Kyanjuma a más de 3500 y volveremos a bajar a Namche a eso de los 3400. El paisaje fue hermoso. Casi todo por bosque de coníferas donde valía mucho la pena respirar profundamente el aroma a resina de los pinos. Refrescante. Riquísimo. Pinos y rododendros. Laligurans. Colinas salpicadas de blancos, o con manchones rojos o fucsias. Cuánta belleza toda junta. Visitamos en el trayecto el monasterio de Tengboche. Construido en 1916 en este entorno tan precioso. Destruido por un terremoto y restaurado. Fue un día pleno. El tiempo resplandeció hasta cuando el camino quiso hacerse el mismo que ya habíamos recorrido, pero no fue así, no fue el mismo, la naturaleza nos premió con su versatilidad y nos regaló la niebla del atardecer. No vimos al Everest, para no decirle adiós. Quedó en alguna curva de la ladera, antes de llegar a Namche, jugando a las escondidas detrás de la niebla fiel que no cedió ni una roca del grandote a nuestros ojos. Nuestros ojos fijos en el horizonte cercano del siguiente paso.
Ningún camino es recto, menos mal, y menos que mal cuando se trata de llegar a Namche Bazaar. Ni lo sueñen los flojos o los haraganes. A Namche se llega, pero siempre hay que sortear obstáculos porque está ahí, rodeado de cerros y montañas de todos los tamaños.
Paramos en un albergue muy lindo, Lhasa guesthouse. Cuesta 150 rupias, menos de 2 dólares, para los tres. Nos dieron dos cuartos limpios y acogedores. Y al fin nos duchamos, una buena ducha, 300 rupias cada uno, un poco más de 3 dólares. Estamos como nuevos.


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